Hablar en público y el efecto vestuario
- Nicolas Randall
- 28 abr
- 1 Min. de lectura

Piensa en tu armario. Con los años, has ido añadiendo cada vez más ropa: nuevos estilos, nuevas tendencias, nuevos favoritos. Pero ¿con qué frecuencia te deshaces de lo viejo, lo innecesario, lo anticuado? Con el tiempo, tu armario se llena, lo que dificulta encontrar lo que realmente importa.
Hablar en público funciona igual. Tras más de una década enseñando técnicas de presentación, ahora tengo más conocimientos, más perspectivas y más técnicas que compartir. Sin embargo, tengo las mismas 15 sesiones con mis alumnos de maestría: sin tiempo extra, solo un "vestuario" de contenido en constante crecimiento. Si intento abarcarlo todo, el mensaje se vuelve confuso, abrumador y menos efectivo.
Los grandes oradores comprenden el poder del minimalismo. Curan su mensaje con esmero, conservando solo lo esencial. Cada palabra, cada idea, debe tener su lugar. Así como un vestuario bien organizado facilita vestirse, una presentación bien estructurada facilita la comunicación.
El Discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln es un ejemplo perfecto de oratoria minimalista. Con tan solo 272 palabras, marcó la historia y sigue siendo uno de los discursos más impactantes jamás pronunciados. Lincoln comprendió que los grandes discursos no se tratan de decir más, sino de decir lo que realmente importa.
Como dijo sabiamente Shakespeare: « La brevedad es el alma del ingenio ». Los mensajes más memorables suelen ser los más breves.
Antes de tu próxima charla, pregúntate: ¿Qué puedo eliminar? ¿Qué es realmente esencial? Al eliminar lo superfluo, tu mensaje brillará y tu público recordará lo que realmente importa.
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